Debieras desnudarme de frente, girando.
Con los dedos lentamente, pero con los ojos
a una velocidad abrumante.
Desnudarme como la última vez,
como una despedida,
como
un nunca más.
Debes ir agónico por mi cuello,
llorando con lágrimas ya secas.
Dando besos largos, profundos, asesinos.
Luego, quiero que me levantes.
Quiero sentir tus manos en mis hombros y mi cabeza en el cielo.
Suelta mi cabello,
quiero que la obra del azar cubra mi espalda y mis miedos.
Y yo quiero, deseo, continuar quieta, inconmovible
para impedir que te percates de mi huida.
Mientras mi fuga continúa quizás ya en que galaxia.
Deseo febril, que te desmayes en mi columna,
y tu lengua la recorra sedienta.
Das una vuelta,
me miras nuevamente,
y ya no quedan máscaras que me oculten.
Estoy desnuda.
Estoy tuya.
Ciego, firme, en dirección inequívoca,
escalas mis montañas.
Tropiezas, caes, persistes.
El reto es tuyo.
Yo sólo estoy aquí para contemplar tu osadía.
Lo logras, cansado, energético a derrotar mis cimas.
Ahora dos besos de regalo, de alimento, para continuar avanzando.
Bajas con los dientes para no desfallecer a través de mis caderas.
Conquistas mi ombligo y mi vientre acalorado.
El mapa de mi cuerpo es algo que no olvidas.
Las piernas ya no tocan el suelo
tiritan, sacuden, quiebran
en auxilio de un presente no otorgado.
Deslizas tus yemas por mis pilares,
para darles esa fuerza que les has robado.
Voraz, devoras mi entrepierna y la abres.
Tu respiración me perturba,
me quita cordura, humedece el río de mi ruta.
Otro beso, mi primer grito.
Ya no puedo.
La resistencia se acaba.
Y el silencio huye con ella.
Una vez adentro,
cuando fueron explorados los espacios,
y los recovecos de dolor consolados.
No queda más que agitarnos un poco
como escribiendo con el cuerpo la canción final
esa que con rabia no queremos que nazca
y nos agitamos aún más
con violencia
parece que perderemos la lucha
veo el cierre de la fantasía acabar.
Acabó.
Acabamos.
Nunca más.
La última vez.
...