jueves, 26 de junio de 2008

Bertoni


Carta, Claudio Bertoni
I

Tú no te imaginas, ni siquiera,
que no te imaginas el daño que me has hecho
al decir cosas que yo me imagino tú te imaginas que no son dañinas.

Tú no te imaginas que podríamos vivir,
yo a tu lado de un lado para otro
y de rodillas como si estuviera pagando
una manda en la gruta de Lourdes cuando tú vas al baño,
cuando tú vas a la cocina, cuando tú vas al living.
De rodillas pidiéndote que comprendas,
que te fijes,
que te des cuenta que ando de rodillas,
siguiéndote a todos lados en nombre de algo.

Cuando digo que morirás chica
me refiero a que no te has dado cuenta y que no sabrías,
si me vieras, porque ando a tu lado de rodillas.
Cuando digas que todo esto es literatura (como sueles hacer),
también pensaré que se debe a tu constante a medias ceguera(-)
Yo debo actuar por fuera. Ver la estrategia.
Olvidarme de las tripas


IV

Podría dejar de hacer lo que hago.
Descansaría en ti.
No me atrevo a acercarme a tu recuerdo.
Ajustado a tu cuerpo.
Ajustado a recuerdos recientes.
Se cierra el aire sobre tu cuerpo en mi memoria.
Sobre los bordes.
Sobre las sinuosidades de líneas de tu cuerpo.
Y se hunde.
Y yo quedo afuera a miles de millones de millas.
No es la calma
ni algún otro tipo de paz lo que a esta hora de la noche
o de la incierta madrugada
me espera.
Es un álbum detrás de álbum detrás de álbum.
Tú lo deberías saber.
Algo dentro de ti lo debería saber.
Aunque poco sacaría yo, bajo las actuales circunstancias.
Te daría placer.
Te daría un plinto de barro para enardecerme.
Otra cosa que hago es volver sobre mis pasos.
Volver sobre mi vida.
Volver sobre los inicios de cualquiera de mis senderos.
Me busco mi ovación.
Me busco mi triunfo.
Me busco mi paciencia.
Me busco mi fruto.
Mi pequeño fruto.
Y me lo como.
Y me vengo de ti.
Suavemente me vengo de ti.
Me alimento de mi vida.
Me protejo.
Vivo.
Y no dejo que me mates.
Que te comas mi vida.
Que me comas a mí.
Me meto en mi vida.
Retrocedo en mi vida.
Me busco aliados.
Y los invito a pasar la noche amarga conmigo.
A contarme historias en las que galeotes como yo
escriben poemas de dieciseisañeras ninfómanas
y se salvan como el poeta Kenneth Rexroth se salva
y a mí también me salva.
Volviendo a la verdad no queda otra cosa que no insistir:
que no quitarse la vida.
Porque no es para tanto.



(...)

1 comentario:

Negro Rios dijo...

wuaaaaaaa, me puse a leer y crei q me estaba escuchando en dejavoos.... waaaaaaaa.-